Atlantis Neo-06

Un joven astronouta aterriza de forma sorpresiva en el patio de un colegio.

Camilo también es un ángel

Camilo, que ha nacido de una relación incestuosa intenta desesperadamente sobrevivir.

Una Teoría de tu belleza

Las Aventuras, desesperanzas, y afanes de una familia en Cosquin .

Cartas a Verónica

Verónica,cada vez, que puedo recordarte, al encontrarme con tu mirada, me voy retirando de ella, con la pasión de entonces.

Los sueños de Konie

Los sueños de una joven de secundaria que intenta superar sus sombras del pasado,y se proyecta como una mujer libre,espontánea, natural.

jueves, 4 de julio de 2019

Cartas a Verónica XII



Cartas a Verónica XII

Verónica, siempre en tus modales advertía las sensibilidades que reflejaba tu alma. Tan tierna, tan sencilla, tan delicada, horadabas lenta y caprichosamente las férreas defensas de mi corazón. Ante ti demostraba mi felicidad y acicalaba los bordes de la luna cada vez que ella me impedía ver tu rostro. No me atrevo a describir la felicidad que surgía de mi pecho, durante unos segundos, y sin apartar la vista de ti, veía claramente el brillo de tus ojos lindos.
Nos mirábamos directamente, esperando, quizá, el esbozo de cualquier sonrisa cómplice. El recuerdo de tu rostro atractivo, y esas líneas tan suaves que lo conformaban eran, en el fondo, el tipo de arte que Dios creaba. No cabía duda, por cierto, que en cada uno de tus movimientos Dios se rebelaba. Coincidíamos, por única vez, que dios había sido sincero, que en ti nos regalaba los estertores de la primavera. ¿Y bien?, Dios qué esperas, graba en mi corazón su mirar de infinitas estrellas. Con todo estaré convencido, que regalaste a mi vida, una verdadera reina.

Eso me conduce a abrazar, al menos, a todas las primaveras. Una vez que tú la pusiste en mis tortuosos caminos, en mis senderos desgastados, en mis caminos agotados. Porque frente a ella, se revitalizaba todo mi alrededor. Frente a ella comenzaba a soñar, lograba viajar de estrella en estrella. Me gustaba ver, de repente sus contrariedades, las insistencias de su belleza que, fehacientemente, pretendían fundir a fuego mi corazón. Y su hermosura volvía a insistir, cada vez que mi mirada le era ajena. Me gustaba provocar su hilaridad, en ello se mostraba la amplitud de toda su belleza, amplificaba en un solo instante todas las viejas promesas. ¡Al fin! Qué cosas aquellas, sin olvidarlas, sin ni siquiera disolverlas en mi cabeza. Sucede que, a veces es mejor, o preferible, conservarlas, aunque muchas veces duelan. Porque…bueno, puede ser el inicio de nuevas y remozadas promesas.

Cómo olvidarla, si ella deambula entre mis palabras, y es como, si fuese sido ayer que la amé con tanta fuerza. En ocasiones ella abría la puerta, y una vez que lograba verla se interrumpía mi respiración, cesaban mis explicaciones, y me olvidaba de todo, súbitamente inmerso en aquella torpe ofuscación. Tomaba mi mano y me conducía a su corazón. Luego seguía por el largo pasillo de sus besos, y se destrozaba mi inseguro corazón. Caminaba a su lado, y le exigía a Dios una explicación. El porqué de esa oscura intención, enamorarme de ella y destrozar mi pobre corazón, y convertirlo finalmente en un adiós.
Bajo una fresca tarde de mayo ella salía en busca de mis ojos encandilados. Mientras tanto yo divisaba en la ventana de sus pupilas las templadas luces de su corazón. Las luces distantes de la ciudad eran el fondo inevitable donde nuestras expresiones perplejas contemplaban a Dios. Si hubiese sido constante, claro está, en aceptar ese designio divino, todavía besaría tus tersos labios. Las escaramuzas de Dios, efectivamente me acercaban a ti, después Dios encendía un cigarrillo, y sostenía entre sus dedos poderosos los hilos invisibles de nuestro destino. Me daba la impresión que Dios, desde sus grandes lentes ahumados, jugaba con nosotros tal como lo hace un niño. Pero al final, y después de todo, me llevó a conocerte, me condujo a idolatrarte, me incitó a amarte.
Ahora levanto la vista, me abstengo de hacer comentarios, más tarde, o tal vez, en la madrugada tendré tiempo de arreglar cuentas con Dios, o definitivamente, agradecerle por tu vida que me ha regalado como una oblación. Pronto mis dolores y mis penas, dejaran espacio a tu presencia,
porque Verónica, mi Verónica: “Soy capaz de perderlo todo, menos la esperanza de volver a verte”.

Vicente Alexander Bastías

martes, 2 de julio de 2019

Cartas a Verónica XI



Cartas a Verónica XI

Mientras yo, cultivaba pasible mis esperanzas en tu tierno corazón, aun cuando, abrigaba estas esperanzas desde hace muchísimo tiempo. Paso a paso, sólo escuchando el murmullo de tu voz, te fui conquistando. Sobre todo, cuando deseaba beber de tus labios la savia de la vida. Tu figura siempre fresca tanteaba insistentemente mis pupilas cristalinas, y tu cara inocente delicadamente se proyectaba en mi alma. Dejabas, en aquella profundidad de mi ser, el sello profundo de tu sonrisa y la levedad indescriptible de tus bellezas.
Verónica, tanto te amo, que todas tus miradas cubren mi piel, y tus manos, como la yedra, suben lentamente por mis mejillas. Al alero de tus brazos, sólo así me siento completo. No pretendo, ni menos deseo quitar de mi mente estos recuerdos. No puede ser de otro modo, tu sonrisa ligera decanta cada día en mi alma, segundo a segundo permanezco observando tus labios pletóricos, esos labios que solamente se abren para besarme. Eres tú el instante fugaz que cataliza mi poesía, eres tú quien al asomarte por la ventanilla provocas todas mis alegrías, te asomas con tu melena recogida, tu rostro bronceado y tus mil formas de comunicar tu sonrisa.

A veces, recostada sobre la hierba, o bien, sentada debajo de la sombra de un árbol, soy capaz de descubrir tu figura. Cuando te yergues de repente, y te acercas a mí a toda prisa, cruzamos las miradas y nos vamos a direcciones imprecisas. Mis manos rodeando tus ojos oscuros, suplicando para recibirte en mis manos, implorando por tus labios, infinitos los  suspiros cada vez que estoy a tu lado.

Verónica, los relojes han cesado de marcar el tiempo, los minutos ascienden por una larga escalera, los minuteros se doblan en nuestros cuerpos, los segundos se evaporan en el cielo, y mis esperanzas se articulan después de nuestros sueños. Mis esperanzas se arman en tu tierno corazón, y descienden a tu interior en busca de tu perdón. Permanecer junto a ti, día a día, fumando un cigarrillo en cualquier lugar, merodeando discretamente por tu cintura, abrir los surcos de tu vida, recorrerlos acompasadamente para luego sembrar ellos la vida.


Miro a todos lados, tú esbozas una sonrisa, pasas por mi lado, eres mi niña. Acaricio tu pelo, sin apartar de ti la vista, espero descender a tu propia vida. Ahora, tú escondida en mi pecho, escuchas mi corazón aumentar su ritmo y escuchas como lo disminuye, es por ti querida, por esta inquietud tantas veces contenida. Por las veces que he besado tus sonrosadas mejillas, por mis manos que buscan tu cintura, por mis labios amplios que se despliegan buscando tus delicias.

Verónica, tal vez nos estuvimos mintiendo. Tal vez los anuncios de tus miradas demandaban amor. Tal vez mis indiferencias socavaron hondamente este amor. Tal vez, y, en cualquier caso, ambos sabíamos que al encontrarnos nos seducía la pasión. Qué responderemos a las contrariedades del amor, cuando no me canso de mirar tus labios que se niegan a separarse, cuando por el tono de tu voz siempre comprendo que verbalizas la palabra ilusión.

Amarte a ti, sin provocar los celos del tiempo. Quererte con intensidad sin despertar a la belleza ni al verbo, permanecer en ti, siempre a la espera de tus besos. Presuntos amantes nos dejamos conducir sin prisas. Dejamos de suspirar durante un segundo, se apreta el corazón…, Mi verónica, yo te amo más que antes.

Vicente Alexander Bastías