Atlantis Neo-06

Un joven astronouta aterriza de forma sorpresiva en el patio de un colegio.

Camilo también es un ángel

Camilo, que ha nacido de una relación incestuosa intenta desesperadamente sobrevivir.

Una Teoría de tu belleza

Las Aventuras, desesperanzas, y afanes de una familia en Cosquin .

Cartas a Verónica

Verónica,cada vez, que puedo recordarte, al encontrarme con tu mirada, me voy retirando de ella, con la pasión de entonces.

Los sueños de Konie

Los sueños de una joven de secundaria que intenta superar sus sombras del pasado,y se proyecta como una mujer libre,espontánea, natural.

martes, 31 de mayo de 2016

PREPARANDO ENTRADAS NUEVAS, paciencia...

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viernes, 27 de mayo de 2016

Angélica Camila II,entrada 44

Entrada 44.
 
Paseaba, pisando suavemente, sus zapatos berluti, de color café claro, brillaban como espejos sobre la maciza y gruesa alfombra. Esos zapatos, artísticamente adornados,  y sobre  todo su traje,  le reconfortaban de sobremanera. Había en todo aquello, cierta sensación de bienestar y seguridad. Un habano, cazado férreamente entre sus labios, durante mucho tiempo, pasaba de un lugar a otro, no era justamente expresión del nerviosismo, todo lo contrario, complementaba la sensación de dicha que le recorría. Insistía mucho en acercarse a la ventana, inclinaba la cabeza y corriendo la cortina oteaba al fondo del jardín. Pudo ver un colibrí que se alimentaba del néctar de las flores, supuso que su delgada lengua, exploraba con delicadeza cada uno de los pétalos. Un hermoso colibrí de color verde, de llamativo pecho amarillo, al observar sabe que no debe equivocarse, no es el colibrí el que elige a la flor, es la flor que le ha elegido a él. Permanece pensativo y alcanza a escuchar el croar de las ranas. Deja la ventana, y ahora camina en silencio, en las ventanas se dejan ver las primeras gotas de la lluvia,  sin pronostico alguna ha comenzaba a caer. La removida tierra del jardín, antes terrosa comienza a teñirse del color de la greda. La música encantadora de la lluvia,  paulatinamente rebalsa sus oídos, y le agrada esa experiencia de la naturaleza en sus sentidos. Martín Pollier se dirige a la mesa de centro, se agacha para golpear dos veces el habano en el cenicero. , decide dejarlo reposando unos minutos. Luego, saca de  entre sus ropas  una carta y afirma con voz ronca y firme.

-Beba conmigo Heriberto. Tomé, reciba una de estas copas. ¡Cuidado!, es una Diamond in Glass, si la quiebra perdería ochenta mil dólares. Don Heriberto sonríe y responde alegre a la invitación de Martín Pollier.

-¡Gracias, gracias don Martín!

-La calidez de este vino derrite con su sabor nuestros labios, debemos suponer que es el mejor de todos. ¡Indudable!, es un Romanèe Conti. ¡Salud! No lo dudéis don Heriberto, bebed conmigo.

-Me siento complacido, usted es un buen anfitrión, -contestó sumiso el administrador.

-Mire don Heriberto, -continuó pensativo Pollier, -os acordáis que comenté, en algún minuto, aquella extraña interpelación que realizaron mis hijos en la casa grande. Usted entiende, sobre la suerte de Camila. ¿Culpándome a mí? ¿Se imagina Usted? ¡Sí!, tengo que reconocerlo, fue demasiada incisiva que llegué a creer profundamente que algo escondían ese par de hienas. A partir de ese momento opté por tomar ciertos resguardos. 
Escuche don Heriberto, encontré en los papeleros de Dominique unas cartas enviadas a Mme. Anne - Laure, en ellas, innegablemente, le confesaba sus retorcidas intenciones. Precisamente, fue después de aquella conversación. Como bien le dije, elegí ser más precavido. Piense un poco, a veces las personas y algunas empresas, despreocupados abandonan sus mejores secretos en el tacho de la basura. Sin haberlo buscado me enteré de la conspiración que preparaban, pero, pero don Heriberto, añada usted lo siguiente. Preparo para ellos una sorpresa. Camila huye, no obstante, Juliet y Dominique no tendrán tiempo para hacerlo, yo sé porqué se lo dijo estimado amigo. ¿Qué piensa usted? -El hombre con aspecto de funcionario público, quedó con la boca más salada que dulce,  y no supo hacer otra cosa que asentir fielmente. No bien hubo superado su incomodidad se atrevió a comentar.

-Imaginaba algo parecido, no poseía pruebas, por eso no le advertí.

-¿Escucha usted don Heriberto el cantar de la lluvia?

-¡Sí, sí, por supuesto!

-No se preocupe, lo sabía todo. El de la lluvia parece un canto melancólico, -dijo extasiado Martín Pollier, pero venga don Heriberto. La cena está servida. Nuestra empleada ha preparado un exquisito asado, también le acompañaremos de ensaladas…, pero no mastique demasiado, costó tres mil dólares. ¡Ríase!..., es broma.  ¡Venga, venga!, pase al comedor.

Vicente Alexander Bastías /  Mayo 2016


jueves, 26 de mayo de 2016

Camila Angélica II, 43

Entrada 43
 
Ambos permanecieron inmóviles, sin manifestar expresión alguna. Rígidos, estáticos, deseando internamente que los hombres del Alborean desaparecieran definitivamente. Agazapados, de vez en cuando tenían que contorsionar las piernas para mimetizarse en las continuas y repetitivas ondulaciones de las rocas. Antoine, quien no era capaz de mover una aleta de su oreja, permanecía en alerta extrema, preocupado por la inusitada llegada de los rústicos marineros. Apoyado en una de las irregulares rocas, apretaba con una de sus manos,  su boca y su nariz para disminuir su respiración, creyendo que  ese acto le ayudaría a desaparecer, o al menos, hacerse invisible por unos minutos. Miraba el claroscuro del  cielo en el enroque invisible que le permitía su inmensidad.

Tío Farfán estaba cerca, de vez en cuando, le miraba de soslayo, apretando sus dientes gris verde, una complicidad misteriosa surgía de sus ojos brillantes, y parecía que sus parpados se iban achicando a medida que pasaba el tiempo.  Atrincherados por varias horas, sólo se limitaron a esperar que las insignificantes figuras de los hombres, que apenas se divisaban en la orilla de la playa, decidieran al fin ponerse en movimiento. El anciano se esforzaba en mantenerse agarrado a la roca; le preocupaba, de sobremanera, rodar cuesta abajo. Decidieron permanecer así un rato más. La llegada  del barco no resultó ser un encuentro tan fortuito, en el contexto en el que se desarrollaban los acontecimientos, sin lugar a dudas, obedecía a una maniobra gestada en la mente del perverso Cosaco.

-Me pregunto si lograron vernos, -inquirió en voz bajo tío Farfán, -por lo demás. ¡Qué importa!, en algún punto de la isla tendremos que encontrarnos. Al igual que nosotros, buscan a Camila.

-Ves hijo, tu capricho por Camila nos tiene atrapados aquí. Creo, y espero que no te molestes, creo que corres detrás de ella sin lograr alcanzarla, ni sabes tampoco el por qué la buscas. Sólo un amor muy poderoso puede mover un corazón de esta manera. ¿Y si fuese irreal, un pantallazo impreciso de tu mente fantasiosa? Quizá tengas razón en algún sentido. Porque ¿No buscamos siempre en nuestros corazones ese amor que es único y permanente?  ¿Debe existir un amor ideal al que aspiramos hasta el último suspiro de nuestras vidas?

Y tu niño con tu mente loca, dejas entrever esas verdades que para otros no parecen tan obvias;  pese a eso pienso que, en tu caso, es un mero capricho.

-No sé tío Farfán. La verdad nace de su razón, pero yo busco a Angélica, y busco de ella las ardientes palpitaciones de su corazón, aunque mi mente maltratada por los obtusos ángulos del olvido me impiden encontrarla en el tiempo con más claridad, -replicó el joven con una tristeza que se entrelazaba con su tono de voz.

-A mí edad, qué más puedo agregar, -respondió el anciano, entregando más intensidad a sus palabras, -tanto en la vida como en el amor se debe andar con suavidad. Es probable que me haya equivocado al sostener que este es un lugar sin raíces. Puedo afirmar que, debajo de nuestros pies el entramado de líquenes, son en este instante, el colchón de la vida. Debajo de nuestros pies está el origen de todo. Están querido Antoine, todos los códigos genéticos de la vida, de igual modo el amor que sostiene a todos los seres, yace en las capas subterráneas de la mente.

Antoine, ¿ves a alguien allá abajo?

-¡No, ya no están! Prosigamos…


Vicente Bastías Alexander / Mayo 2016

martes, 24 de mayo de 2016

Camila Angélica II, entrada 42

Entrada 42

-Este es un mundo inhóspito, es como volver a ver a la tierra en sus primeros días.

-¡Sí! Es un sorprendente mundo de mesetas. Debo reconocer…, su aspecto es atemorizante, -Antes de proseguir tío Farfán nuevamente puso la palma de la mano sobre el pecho, chequeó atento, en silencio. Su funcionamiento era normal.

-Puedes ver, pequeño Antoine, las rocas desnudas lavadas infinitamente por las imparables lluvias, si no es la lluvia, será la llovizna, sino es esta,  la humedad de la bruma.

-¿Cómo puede existir vida en estas islas? –Intrigado preguntó el joven, que se entretenía armando ideas en irregulares reflexiones. Ambos subían una empinada ladera, sin mostrar todavía señales de agotamiento. Poco a poco se daban cuenta de que había hecho la mitad del camino, sin que esto significara tener un punto de referencia, porque a decir verdad, no sabían a dónde se dirigían. Entre paso y paso se iban afianzando en la voluntad de encontrar algún lugar, como nos sucede también en la vida, nadie sabe, a ciencia cierta, adónde finalmente nos conducirán nuestros pasos.

Un machete les servía para cortar la maleza que le impedía el avance, por efecto de su filo, iban quedando atrás las ramas y las zarzas que se clavaban en sus cuerpos.

-Siempre nos acompañan estas notorias contrariedades, -comentó tranquilo tío Farfán, -es así el camino de la vida, cuando creemos llegar un nuevo horizonte se abre mágicamente ante nuestros ojos. Como bien sostuvo esa famosa escritora Francesa: “Vamos por la vida de ilusión tras ilusión” No respondas apreciado Antoine. Sé que tus recuerdos son poco claros, probablemente aún no asocies todo lo que tus pupilas vidriosas han tenido que descubrir en la vida.

-Por extraño que parezca tío Farfán, no sabría qué recordar. Por más que miro a mi alrededor, no veo a nadie.

-¿Y a dónde vamos entonces Antoine?  Afirmas que tenemos que subir… ¿Pero de verdad crees que encontraremos a Camila? ¿Encontrarla en este mundo sin raíces?

-De eso estoy seguro Señor, (…) para mi alivio, es lo único que sé. Ella está en estas Islas; la vi en uno de mis sueños. Al verla corrí tras ella, la abracé…, al borde de las lágrimas besé su boca. Supongo que está en una de estas cuevas, -concluyó enfático el buen muchacho.

-Antoine. ¿Fijaste bien el bote?

-¡Sí! Lo amarré a las estacas que clavé en la orilla de la playa.

De pronto el viento meció la tela de sus ropas sueltas y las nubes dejaron un espacio para que un claro de luz dejara caer sus delgados rayos sobre sus blancos pómulos. Antoine creyó ver en el cielo un mapa que se dibujaba y que acercaba las ausentes presencias de Camila Angélica, las nubes se acercaban trayendo sus secretos, y la lluvia daba ligero respiro a sus vistas nubladas. De repente Antoine se giró por sobre el hombro  de tío Farfán y con la mano derecha extendida hacia abajo,  mostró el borde del mar, luego advirtió con brusquedad y enojo.

-¡Tenemos visitas! Acaba de llegar a estas Islas el Alborean y su gente. Ocúltese entre las rocas más grandes.


Vicente Alexander Bastías  / Mayo 2016