Entrada 124.
La cadena de sucesos, relatados por Antoine, mostraba una historia perfectamente armada, y en la ilación de los elementos, no se visualizaba grandes contradicciones, a pesar de esto, Martín Pollier escuchaba con desgano las palabras del muchacho. Pensó, por breves, segundos, agujerear de algún modo esa historia, que, a sus oídos, sonaba ajena, casi escandalosa, sin embargo, llegó a su mente otro cuestionamiento, más poderoso y determinante, que de algún modo salió en forma de pregunta.
La cadena de sucesos, relatados por Antoine, mostraba una historia perfectamente armada, y en la ilación de los elementos, no se visualizaba grandes contradicciones, a pesar de esto, Martín Pollier escuchaba con desgano las palabras del muchacho. Pensó, por breves, segundos, agujerear de algún modo esa historia, que, a sus oídos, sonaba ajena, casi escandalosa, sin embargo, llegó a su mente otro cuestionamiento, más poderoso y determinante, que de algún modo salió en forma de pregunta.
- ¿Dónde estaba yo Antoine, explícame
por favor, ¿dónde estaba yo?
-Usted viajaba señor, siempre
viajaba. Al parecer, no vio crecer a sus
hijos. Ahora, los pensamientos de Pollier eran más livianos, y las ideas, cuán
puntos incandescentes, no dejaban de quemar sus reflexiones. Después tomó su
cabeza con las dos manos, eran tenazas que la tomaban casi en su totalidad,
cerró los ojos, suspiró, y determinó quedarse inmóvil, apenas respirando. Luego
sostuvo.
-Quizá tengas razón, pequeño rufián.
Me distancié demasiado de ellos..., fue a toda vista, un enorme error. Pero me
preguntó: ¿Puedo ser yo, el guardián moral de los demás? Probablemente sí, tal
vez no, en realidad no lo sé, no obstante, los hechos están a la vista, y son
aquellas acciones las que me atribuyen cierta responsabilidad. Ahora que lo
pienso, estaba molesto contigo, me había convencido, de que eras el más tonto
de los tontos, sin saber, obviamente, que conservabas una verdad invisible a
nuestros ojos, y al de muchos ojos más. Sólo para premiarte, te nombro segundo
hombre en el tutinji-argentino..., espero que no encalles.
- ¡Gracias señor! No hablé
antes porque Juliet y Dominique me habían amenazado, pero era tan grande mi
necesidad de comunicar, que fui tomando con el tiempo, esa postura extraña que
a usted conocía, y que le molestaba. Antoine tocó su barbilla, y logró esbozar
una escueta sonrisa, luego perdió la postura rígida que había asumido, y su
columna se desmoronó como una hilera de dados.
-En la vida Antoine, tenemos
que pisar con firmeza, hay que pisar fuerte, así actuamos los hombres. A esos
desgraciados, entregué todo lo que puedas imaginar; proporcioné a cada uno un
negocio para que obtuvieran éxito, y nunca, en ningún instante, agradecieron el
regalo, es más, pensaban estos mal gradecidos, que a mí me estaban realizando
un favor. ¡Qué ironía Antoine, qué ironía! Desaparecí un par de meses, y el
negocio se terminó. Así como lo levanté, fui capaz de ponerle terminó. Ahora,
están pagando sus errores, sin poder deslizarse a ninguna parte.
-No me parece señor,
-respondió muy despierto Antoine..., -Los vieron, antes de ayer, caminando,
bordeaban felices las grandes murallas de la mansión, allá en nuestro pueblo...
- ¡No.…, no es posible!