Entrada 41
Juliet la acogió con la elegante plasticidad de un joven que se sabe millonario, y con la enmarañada mirada que manifiestan, frecuentemente lo, instigadores profesionales. Pasó veladamente la mano por la boca so pretexto de disimular una sonrisa. Miraba con precaución, atento a todos los gestos y actitudes de Anne. En el transcurso, y sobre todo a lo largo de su vida, había aprendido a tratar a las personas con suma desconfianza, en eso se reflejaba, como un calco perfecto de su padre. Inclinó la cabeza y pasó neurasténico la mano por el vestón buscando la caja metálica de los cigarrillos treasurer black. Estaba inquieto, y consideraba que la mujer traía esas noticias que le devolverían la tranquilidad.
Juliet la acogió con la elegante plasticidad de un joven que se sabe millonario, y con la enmarañada mirada que manifiestan, frecuentemente lo, instigadores profesionales. Pasó veladamente la mano por la boca so pretexto de disimular una sonrisa. Miraba con precaución, atento a todos los gestos y actitudes de Anne. En el transcurso, y sobre todo a lo largo de su vida, había aprendido a tratar a las personas con suma desconfianza, en eso se reflejaba, como un calco perfecto de su padre. Inclinó la cabeza y pasó neurasténico la mano por el vestón buscando la caja metálica de los cigarrillos treasurer black. Estaba inquieto, y consideraba que la mujer traía esas noticias que le devolverían la tranquilidad.
-¡No
te asustes!, -le dijo extendiendo la mano abierta como un abanico, cuando ella
reaccionó confundida por la inusitada
presencia de Gino.
-Es
nuestro aliado en el Alborean, -manifestó, y después volvió a acomodarse en el
suave sillón. Anne - Laure, soltó una carcajada de ribetes marcadamente
nerviosos, poco a poco, fue diluyéndose el color amarillo que asaltara su
rostro, en una conjunción inexplicable de bioquímicos de su cuerpo, volvieron a
cambio de estos, los alegres colores rosados de esos pómulos brillantes, llenos
de vida. Juliet henchido de curiosidad suplicó a la mujer que tomara asiento,
invitándola además a que se sintiera cómoda, pues le resultaba imperioso
escuchar de sus labios aquellos eventos tratados con antelación. En el negro
iris de sus ojos él siempre lograba disfrazar sus verdaderas intenciones. El
generoso pecho de Anne – Laure, jadeante minutos antes, comenzaba a
normalizarse paulatinamente. Aceptó amable la invitación, imperando su vista
por sobre los demás. De soslayo miró a Gino, que al estar hundido en el sillón,
apenas se veía, parecía entretenido, sólo dejaba pasar el tiempo. Juliet,
todavía ahogado, preguntó a la mujer,
que estaba más inmersa en sus recuerdos que viviendo ese momento. Una atmósfera
estéril comenzaba a apoderarse de ese pequeño ambiente, todos se miraban sin
atreverse a hablar, se descomponían con gestos vagaos e insustanciales, eso
hasta que Juliet se puso de pie, acomodó, a la altura de la rodilla los
pantalones negros llevaba. Comenzó a pasearse, de pronto, y sin aviso previo,
se detuvo frente a Anne – Laure y preguntó.
-Relate
Anne – Laure. ¿Cómo le fue con nuestro acuerdo? Ella cambió súbitamente de
posición en el sillón, y volvió a empoderarse de la actitud altanera que le
caracterizaba, y respondió con voz mohína.
-Mi
criada habló con Martín. Por lo que comentó ella, él no dudó en ninguno de los
minutos que conversaron. Respondiendo a sus impulsos realizó lo que todos
esperábamos. La existencia de Camila lo desorganizó, y muy probablemente, el
diablo entró en su cabeza. Porque acometió con ferocidad, la imprudencia que
calculábamos. Quienes estaban en la sala se miraron en silencio, inmediatamente
fue Dominique quien rasgó el silencio, apresurándose a comentar.
-¡Qué
bien amiga! Gino confirmará tus palabras. El marino rápidamente separó sus
laxos dedos entretejidos ociosamente. Se reacomodó en el sillón, conteniendo la
respiración confesó abiertamente, sin quitar nunca la vista de los hermanos.
-Ciertamente,
en un impulso de locura Pollier ordenó que dejáramos a la chica en las Islas,
pero el estúpido de Antoine la liberó. Ahora, ambos están en el mar. Por las condiciones del
tiempo es difícil que la niña haya resistido los embates de la tormenta. Navegábamos
ajustados a la carta de navegación, siempre con rumbo definido. Escasa era la
visibilidad, no obstante de todos modos alcanzamos a ver la orilla de las
islas. El barco y su tripulación esperaban que disminuyera la tormenta.
Juliet
preguntó con un tonillo de perversidad.
-¿La
chica ya no representa un problema?
-¡Así
es señor!
-Vale
mucho la confirmación de Gino. Estuvo en el barco, -ratificó satisfecho el
joven Pollier. En consecuencia estimada Anne, usted y nosotros hemos ganados,
cada uno a su modo y en sus formas, pero hemos ganado. Usted tendrá libertad
para su proyecto inmobiliario, y nosotros, como bien sabe usted distinguidísima
dama, sacamos a nuestro anciano padre de los negocios. Tendrá que responder por
la suerte de la seráfica Camila.
Tenía que ser así, ella, además codiciaba la
herencia de nuestro padre. ¿O no, Anne Laure? ¿No la codiciaba también usted? Antes
de proseguir el joven respiró satisfecho, golpeando dos veces su pecho con
ambas manos, y antes de terminar insinuó rebosante de sarcasmos.
-Apreciada
Anne, ¿dolió matar a su hija?
-No
aceptaré su arrogancia muchacho mal criado, cumplí con lo mío, ahora espero
reciprocidad. La mujer, expresó estas últimas palabras, se levantó, y sin
despedirse se retiró enfadada, Gino aprovechó el momento y se fue detrás de
Mme. Anne – Laura.
Un
vez que los hermanos Pollier quedaron solos, Juliet se acercó a Dominique y
comentó contento.
-Ahora
hermana, somos dueños de los capitales Pollier, pronto acercó sus labios a los
de su hermana y los besó con desenfreno.
Vicente
Alexander Bastías / Marzo 2016